La democracia y los extravíos de Cortez y Abruzzese
Por Hugo Moldiz Mercado para La Época
Hace unos días, la intervención del vicepresidente del Estado Plurinacional, David Choquehuanca, en un acto registrado en la comunidad campesina de Toledo en el departamento de Oruro, fue colocada bajo la inquisidora lupa de un exdirigente socialista, ahora devenido investigador, y otro sociólogo, bastantes iracundos en sus análisis, para “demostrar” que el segundo hombre del Estado no difiere en esencia con el expresidente Evo Morales. Sin embargo, ambos intelectuales develaron un gran despiste teórico y una completa ignorancia de las prácticas políticas de clase.
El exdirigente socialista, que incluso fue candidato a la presidencia en los 80, criticó a Choquehuanca por convocar a construir un mundo de equilibrio y paz social, mientras al mismo tiempo exaltaba el bloqueo nacional de caminos desplegado por las comunidades indígena campesinas en agosto del año pasado para asegurar la realización de elecciones y su resultado. Confusión total de escenarios y tiempos políticos concretos, pues la condición de posibilidad de avanzar hacia el Vivir Bien pasaba previamente por cerrarle el camino a la continuidad de un gobierno que surgió del golpe de Estado y plantar, al mismo tiempo, el objetivo de recuperar el Proceso de Cambio. Lo primero se ha logrado, resta concretar lo segundo.
Pues bien, el actual director de una consultora, otrora político que con el puño en alto hizo creer hace más de 20 años que emulaba el camino seguido por el líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz, y el sociólogo que en su libro Los discursos del poder (del MNR al MAS) hace una apología de la conspiración contra Evo Morales, prefirieron descalificar a Choquehuanca y omitir la constatación histórico-concreta de que las clases populares, sobre todo en Bolivia, han reconquistado con métodos no electorales, pacíficos y masivos, la plena vigencia de las libertades y garantías constitucionales, como ocurrió en 1978 con la huelga de hambre de seis mujeres mineras que tumbó, en medio de un clima de agitación social, a la dictadura de Hugo Banzer. Pero también está la experiencia histórica, valorada en la obra del gran pensador René Zavaleta, del bloqueo nacional de caminos y la huelga general de noviembre de 1979 que derrocó el golpe de Estado de Natusch Busch en 17 días. De hecho, para el fallecido sociólogo boliviano, la articulación proletaria y campesina llegó a tener mayor trascendencia que la propia victoria electoral de la Unidad Democrática y Popular (UDP).
Y, como en palabras de Zavaleta cada pueblo es su historia, en agosto de 2020, incluso en contra de las valoraciones de la alta dirección del Movimiento Al Socialismo (MAS), los dirigentes del Pacto de Unidad y la Central Obrera Boliviana (COB) decidieron en un ampliado –que es el lugar donde se plasma la democracia participativa– activar de inmediato el bloqueo nacional de caminos y la huelga general para que las elecciones se hicieran el 6 septiembre. La contundencia de la medida, que también es una de las formas de la democracia directa, colocó al gobierno de facto contra la pared, aunque al mismo tiempo evitó su caída (y ahí la posición de Evo Morales fue determinante), y si bien no logró que las elecciones fueran en septiembre terminó “blindando” la convocatoria para octubre –ya que la derecha apostaba en trasladarla hasta febrero o marzo de 2021– y, al mismo tiempo, asegurar que la fórmula de izquierda se levantará victoriosa. Es decir, en Bolivia el triunfo electoral está precedido de victoria social y política en las calles y en las carreteras. Para no olvidar.