Jorge Rodríguez está vivo y luchando con nosotros

Geraldina Colotti

Han pasado 46 años desde que, el 26 de julio de 1976, el joven revolucionario venezolano Jorge Antonio Rodríguez, detenido dos días antes por la policía política, muriera bajo tortura, oficialmente “de un paro cardíaco”. El mismo tipo de «paro cardiaco» que sufrieron los cientos y cientos de víctimas asesinadas durante las democracias disfrazadas de la Cuarta República.

La revolución bolivariana los ha honrado y los sigue honrando en sus casi 24 años de existencia. Haberse reconciliado realmente con la historia, transmitir memoria viva a las generaciones más jóvenes, sin victimismo, y renovar en el presente el mensaje de los revolucionarios del siglo pasado, es quizás la principal fortaleza de este laboratorio, capaz de resistir al imperialismo y de desactivar todos los ataques con dignidad y orgullo.

Baste releer, al respecto, la Ley contra el silencio y el olvido, aprobada por mayoría en el Parlamento en 2011, al final de un largo y profundo debate en el país. La comisión de la verdad ha constatado que las víctimas de los gobiernos nacidos del Pacto de Punto Fijo -a través del cual Washington pilotó la alternancia del poder entre centroderecha y centroizquierda, con exclusión de los comunistas, tras la dictadura de Marco Pérez- fueron más de 8.000.

Si bien Venezuela en aquellos años era uno de los raros puntos en el mapa que quedaban exentos de las dictaduras del Cono Sur, fueron precisamente esas “democracias” tan elogiadas por Washington las que inauguraron la figura del desaparecido, arrojando opositores de los aviones: incluso antes que lo hicieran en Argentina y Chile. Por otro lado, aquella Venezuela fue escenario de la primera guerra de guerrillas en América Latina después de la que desembocó en la revolución cubana, y que comenzó con el asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio 1953.

Y por eso, a diferencia de todas las medidas nacidas tras los «procesos de paz» en América Latina, que terminaron en condiciones de minoría de las fuerzas revolucionarias, y a diferencia de la damnatio memoriae llevada a cabo por las burguesías europeas contra sus oposiciones armadas que, a partir demItalia, intentaron hacer una revolución incluso en los países capitalistas avanzados, la Ley contra el silencio y el olvido reivindica el derecho de los pueblos a la rebeldía, incluso armada, y también contra las democracias camufladas.

Una forma clara de situarse también en el presente y también en las condiciones cambiadas, y frente al enemigo de siempre: el imperialismo, como se recuerda el día del natalicio del Libertador Simón Bolívar (24 de julio de 1783) o para el natalicio de Hugo Chávez (28 de julio de 1954), quien retomó el rumbo del Libertador.

La detención de Jorge Antonio Rodríguez, primer dirigente estudiantil forjado en el movimiento del 1968 venezolano, luego dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, y luego secretario general de la Liga Socialista, se produjo mientras transcurría el secuestro del vicepresidente de Owens-Illinois, hombre de la CIA, William Frank Niehous, secuestrado el 27 de febrero de 1976. Un secuestro que durará tres años y cuatro meses.

En ese momento estaba a cargo el gobierno del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, quien durante la revuelta de Caracazo (1989), para hacer digerir a su pueblo los planes de ajuste estructural decididos por el Fondo Monetario Internacional, ordenó al ejército disparar a las protestas, causando aproximadamente 3.000 muertes. Víctimas que figuran en el cómputo levantado por la Comisión de la Verdad que dio lugar a la ley, que registró las muertes o desapariciones durante la Cuarta República, desde 1958 hasta 1989.

Durante el funeral de Jorge Antonio Rodríguez, uno de los dos hijos, entonces de 12 años, Jorge Rodríguez, leyó uno de sus poemas, conmoviendo a la multitud que acompañaba el féretro, el 27 de julio de 1976, partiendo del salón principal del Central Universidad de Venezuela. Jorge Rodríguez hijo, ahora presidente de la Asamblea Nacional, escuchó el año pasado a un diputado chavista leer en el aula uno de sus poemas dedicado al padre, junto a la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Eloina Rodríguez. Versos que retoman el mensaje que todo revolucionario caído estaría feliz de escuchar, porque recuerdan, como gritó Jorge Antonio Rodríguez, que “el socialismo se conquista peleando”. Así dice el poema: “Los que hoy te apartaron del camino no saben que están abriendo cien más. Padre todos tu compañeros pedimos justicia, castigo para tus verdugos”.